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Mensaje por Anastasia Russell Dom Jul 05, 2009 1:35 pm

Conducía mi Ford Fiesta Zetec S de color celeste. Estaba tranquila, intentaba respirar de una forma regular. Conduje lento comparado con toda la velocidad que podía alcanzar el coche. Mantuve la vista fija en la carreta mientras intentaba mantener mi mente despejada y no pensar en nada. No conocía aquella ciudad, aquella gente. Iba a perder los nervios si pensaba en el esfuerzo que me costaría integrarme. ¿Y que pasaría si me volviera a enamorar, como ocurrió con Tom? Respiré hondo y sujete bruscamente el volante. No con todas mis fuerzas, logicamente, no había olvidado que para ser una mujer tenía una fuerza descomunal, claro, era una vampiresa. ¿Qué esperaba? Bufé, aún quedaba un largo paseo hacia la que ahora iba a ser mi residencia. El silencio estaba demasiado vacío como para estar distraída, ocupada, bloquear mi cerebro. En ese momento me vinieron a la cabeza miles de recuerdos de Tom Doyle, las sonrisas que me había dedicado, alguna otra conversación que habíamos entablado, su manera de andar... el último recuerdo, fue cuando le vi en el hospital, sin pulso, con el corazón parado. Por un momento pensé que me iba a morir yo también, tenía el corazón en un puño.
Un monton de lágrimas saltaron de mis ojos haciendo que los entrecerrara. Me las seque con la mano derecha sin apartar la izquierda del volante, que se aferraba a él. Abrí los ojos tanto como pude para concentrarme y reduje la velocidad. Sí, ese silencio me lastimaba, pero en mi casa también lo habría, y sabía que en el coche tenía más posibilidades de controlarme si mantenía mi vista fija en la carretera. ¿Cuántos años habían pasado? ¡Sesenta y nueve años, y seguía recordándole con la misma intensidad!
- Cómo si hubiera muerto ayer - farfullé para mis adentros intentando contener las lágrimas - Mierda de memoria fotográfica.
Seguí conduciendo mientras me enfurecía en mi fuero interno. Seseinta y nueve. Nada más y nada menos. Casi toda la vida de un simple y estúpido humano, más de la mitad de mi vida.
- Simple y estúpido humano. - repetí - De eso es de lo que me enamoré, y por lo que he estado llorando la mitad de mi vida. ...por lo que voy a llorar durante toda mi existencia, infinita.
Una lágrima atravesó mi mejilla izquierda, cerré los ojos. ¿Qué importaba si me estrellaba contra algo y moría en ese mismo instante? Me ahorraría siglos ahogados por las lágrimas. No, que muriera era demasiado improbable. Eso era una de las cosas buenas de ser vampiresa, y en ese mismo instante deseé que no fuera así.
Abrí los ojos bruscamente y miré por la ventanilla. Quedaban unos pocos metros para llegar a mi hogar, dulce hogar. Aparqué en frente de la casa y me quedé allí, dentro de la cabina del coche. No me apetecía moverme. Pero tenía que hacerlo. No, era como si estuviera clavada en el asiento. Sabía que hasta que hasta dentro de unos quince minutos no me movería. Respiré hondo y apoyé mi cabeza sobre el respaldo del asiento. Sentía como si me ahogaba. Abrí la ventanilla del lado izquierdo del Ford y sentí correr la brisa sobre mi cara, fresca, libre. Cerré los ojos y me concentré en no pensar, aunque eso era prácticamente imposible.
En ese momento pensé en la terrible tormenta de pensamientos sin salvación, sin distracción.
Saqué el mapa que había en el salpicadero buscando algo interesante que encontrar en el pequeño pueblo en el que me había instalado.
¿Y si voy a Port Angeles o Seattle? - pensé, ya que Forks no tenía comparación con las grandes ciudades entretenidas que se hayaban alrededor.
- Decidido! - dije arrancando de nuevo el coche y guardando el mapa en su sitio.
Conduje por la autopista hasta Port Angeles, todavía no estaba del todo segura de que hacer allí pero quizá tendría la oportunidad de conocer a gente un poco más normal que yo. Pisé el acelerador hasta llegar a la máxima velocidad, la adrenalina corría por mis venas y la ventana todavía abierta dejaba que entrara el viento que despeinaba mi cabello salvaje. Sonreí. Tenía el presentimiento de que iba a merecer la pena.
Anastasia Russell
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